Véase Saúde em Dia, que analiza el tratamiento del hígado graso. La grasa que no aparece en el espejo puede dañar tu corazón. Un estudio de la Universidad McMaster de Canadá encontró que la acumulación de grasa en el abdomen y el hígado (incluso en personas aparentemente sanas) está relacionada con un daño silencioso a las arterias y puede aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular y ataque cardíaco. Los hallazgos, publicados el viernes (17) en la revista científica Communications Medicine, cuestionan el uso exclusivo del índice de masa corporal (IMC) como medida de la salud metabólica y sugieren cambios en la forma en que los médicos evalúan la obesidad y el riesgo cardiovascular. Grasa oculta, riesgo real Los investigadores analizaron resonancias magnéticas y datos clínicos de más de 33.000 adultos en Canadá y el Reino Unido. Descubrieron que la grasa visceral, que se acumula alrededor de los órganos, y la grasa hepática almacenada en el hígado, están fuertemente asociadas con el engrosamiento y la obstrucción de la arteria carótida responsable del suministro de sangre al cerebro. Estos cambios, explican los autores, son importantes marcadores de riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. El efecto se mantuvo incluso después de ajustar por factores clásicos como el colesterol, la presión arterial y el estilo de vida. “Incluso cuando controlamos los principales factores de riesgo, la grasa visceral y hepática contribuyen al daño arterial”, dijo Russell De Souza, profesor asociado de McMaster y coautor del estudio. “Esta es una advertencia para los médicos y el público en general”. Incluso sin tener sobrepeso, hay grasa que no se ve en el espejo, pero se acumula en órganos como el hígado y el corazón. Puede elevar los niveles de colesterol malo (LDL) y reducir el colesterol bueno (HDL), aumentando el riesgo de enfermedad cardiovascular. Lo que el estudio cambia en la práctica La investigación publicada indica que dos personas del mismo peso pueden tener riesgos cardiovasculares muy diferentes, dependiendo de dónde se concentra la grasa. Para los autores, el hallazgo refuerza la necesidad de ir más allá del IMC e incluir la evaluación por imágenes de la distribución de la grasa en los exámenes de rutina, particularmente en adultos de mediana edad. “Al observar si alguien tiene grasa visceral o hepática, no siempre es posible saberlo”, explica Sonia Anand, especialista en medicina vascular y autora correspondiente del estudio. “Este tipo de grasa es metabólicamente activa y peligrosa, y está relacionada con la inflamación y el daño arterial incluso en personas que no tienen un sobrepeso visible”. Implicaciones para la salud pública Los autores sugieren que las políticas de prevención cardiovascular consideren la grasa oculta como un factor de riesgo independiente. También recomiendan estrategias integradas que incluyan una dieta equilibrada, control del sedentarismo y pruebas de imagen cuando estén indicadas. La investigación fue apoyada por la Canadian Cancer Partnership, la Heart and Stroke Foundation de Canadá y los Institutos Canadienses de Investigación en Salud, en colaboración con centros como el Instituto de Investigación en Salud Poblacional, el Instituto del Corazón de Montreal y el Centro de Ciencias de la Salud Sunnybrook. Una nueva mirada al “peso saludable” para el equipo McMaster, el mensaje es claro: estar dentro del peso ideal no es suficiente. La grasa invisible puede ser más peligrosa que el exceso de peso visible, e ignorarla puede resultarle costoso al corazón.