Isabel se convirtió en blanco de intenso acoso sexual cuando su número de teléfono y dirección de correo electrónico se publicaron en línea en anuncios de servicios sexuales haciéndose pasar por ella y usando su fotografía. Diariamente la inundaban mensajes explícitos en Facebook, Instagram, WhatsApp e incluso SMS regulares, de extraños que ofrecían dinero a cambio de sexo.

A pesar de sus intentos desesperados por bloquear contactos, denunciar publicaciones y cambiar la configuración de privacidad de su cuenta, pasaron dos largas semanas antes de que los mensajes comenzaran a llegar. La terrible experiencia pasó factura a su salud mental, provocando ansiedad, insomnio y dificultad para concentrarse en el trabajo.

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