BOGOTÁ – María Gladys Primo no puede contener las lágrimas al recordar la noche del 13 de noviembre de 1985, cuando vio por última vez a sus dos hijos pequeños, antes de que el volcán Nevado del Ruiz de Colombia entrara en erupción con un deslizamiento de tierra, rocas y árboles.
Primo pasó dos días atrapado entre los escombros antes de que un helicóptero lo rescatara. Su marido fue enterrado y nunca se recuperó.
Nunca creyó que sus hijos estuvieran muertos y el tiempo le daría la razón.
El enorme deslizamiento de tierra que destrozó la vida en Primo también arrasó con la ciudad de Armero, matando a unas 25.000 personas (alrededor del 70% de su población) en lo que se considera el desastre natural más mortífero del siglo XX en América Latina.
Primo, que pasó 18 meses en un hospital de Bogotá recuperándose de heridas graves, se encuentra entre las familias que pueden sufrir una doble tragedia: la pérdida de seres queridos y hogares, y la posible adopción irregular de niños sobrevivientes separados de sus familiares en el caos.
La Fundación Creando Armero, que tiene como objetivo ayudar a los supervivientes de la tragedia, dijo que 583 niños desaparecieron tras el deslizamiento de tierra y unos 150 fueron rescatados con vida.
La fundación tomó muestras de ADN de 71 adoptados, la mayoría de ellos adoptados por padres extranjeros en lo que la organización dijo que era un proceso irregular.
“Mi corazón me dice que están vivos, tanto niñas como niños, y los esperaré hasta el día de mi muerte”, dijo Primo sobre Jesús Manuel y Nuria Isabel, que entonces tenían siete y seis años.
Tiene algunas pruebas de su esperanza: años después de la tragedia, Primo reconoció a su hijo cubierto de barro en una película de archivo de televisión que mostraba cómo lo rescataban. Pero a pesar de extensas búsquedas, ninguna agencia ha respondido a él ni a su hermana, cuyo cumpleaños fue el día después del desastre.
“La herida más grande de Armero es el problema de los niños perdidos”, dijo Francisco González, quien perdió a su padre y a su hermano y luego fundó Creando Armero. “Un padre nunca debe dejar de buscar a un niño, especialmente sabiendo que ha sido visto vivo en la televisión o que hay pruebas”.
Hasta ahora sólo se han producido cuatro reencuentros entre adoptados y sus padres, dijo González.
“Necesitamos más familiares y más adoptantes que aporten ADN para poder realizar cruces y hacer más reunificaciones”, dijo González, añadiendo que hay muchos adoptados colombianos en países como Holanda, Suecia, Dinamarca, Canadá y Estados Unidos. “Cualquier niño adoptado a finales de 1985 o 1986 podría ser Armero”.
Muchos padres supervivientes han muerto durante décadas, añadió, pero dejaron muestras de ADN.
Las autoridades han sido criticadas por el deficiente mantenimiento de registros por parte de agencias como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), que según las familias han sido retenidos durante décadas, lo que complica los esfuerzos para rastrear a los niños.
El mes pasado, el ICBF dijo que había comenzado a recuperar y digitalizar sus registros en un esfuerzo por rastrear a los niños rescatados.
Primo sigue comprometido.
“Nunca pierdo la fe en que están vivos, en que algún día nos volveremos a encontrar”, afirmó. Reuters

















