Los comentarios recientes sobre la actuación del equipo de fútbol sub-22 de Singapur en los SEA Games han provocado un debate muy necesario sobre el estado del fútbol local (
SEA Games 2025: superados en fuerza, ritmo y supervivencia – SNOC Blast Young Lions
20 de diciembre).
Si bien la frustración por los resultados es comprensible, centrarse principalmente en las actitudes de los jugadores corre el riesgo de simplificar demasiado un problema complejo y de larga data.
Cuando se describe a un equipo como superado, rezagado y agotado, las razones van más allá del comportamiento del día del partido.
Los jugadores son, en última instancia, el producto final del sistema de desarrollo del que se originan.
Factores como la preparación física, la exposición competitiva, la coherencia del entrenamiento y la integración de las ciencias del deporte se desarrollan a lo largo de muchos años, no en un solo ciclo de torneo.
Si hay un “problema sistémico”, la responsabilidad no sólo recae en los atletas y entrenadores, sino también en las instituciones encargadas de la planificación y la gobernanza a largo plazo.
Los frecuentes cambios estructurales, las normas inconsistentes y la exposición limitada a una competencia de alta intensidad han contribuido a ampliar la brecha entre Singapur y sus rivales regionales, muchos de los cuales han invertido constantemente en el desarrollo de la juventud y en caminos de élite.
El mensaje contradictorio en torno a la participación partidaria también merece reflexión.
Inicialmente, el fútbol fue excluido del programa provisional de los SEA Games antes de ser reinstaurado tras una apelación.
Tal incertidumbre pone en duda la anticipación, la preparación y la confianza. Es difícil afirmar resultados sólidos cuando la participación en sí misma parece condicional.
¡Desata el rugido! La iniciativa reconoce acertadamente que el fútbol necesita una reforma estructural profunda.
Sin embargo, los repetidos llamamientos a la paciencia deben ir acompañados de hitos transparentes, evaluaciones independientes y una comunicación clara con el público.
Sin ellos, incluso los programas bien intencionados corren el riesgo de perder credibilidad.
El respeto por el deporte y sus seguidores es esencial, y los jugadores deben defender esos valores.
Al mismo tiempo, las instituciones deben a los jóvenes deportistas transparencia, coherencia y confianza.
La rendición de cuentas constructiva funciona mejor cuando el liderazgo modela los valores que espera.
Para que el fútbol de Singapur avance, una autoevaluación honesta y un compromiso institucional sostenido son esenciales.
El progreso provendrá no sólo de las críticas posteriores al torneo, sino también de abordar las debilidades sistémicas con coherencia y determinación.
A. Thiaga Raju

















