Mientras Singapur lucha por una vida más limpia y sostenible, nuestras fuentes de energía deben seguir el ritmo de nuestras ambiciones. La mayoría de los vehículos eléctricos, los electrodomésticos y la industria todavía dependen de la electricidad generada a partir de gas natural, un combustible fósil.

A medida que nuestra economía crece y la demanda crece, nuestra tierra, espacio oceánico y luz solar limitados imponen límites reales a hasta dónde nos pueden llevar la energía solar y eólica. Por eso creo que es oportuno repensar la energía nuclear como parte de nuestro futuro sostenible.

Como muchos, alguna vez asocié la palabra “nuclear” con peligro y desastre… pero con diseños de reactores modernos, protocolos de seguridad avanzados y supervisión estricta, la energía nuclear hoy es mucho más segura y más eficiente de lo que muchos creen. A nivel mundial, países como Francia y Corea del Sur han dependido de la energía nuclear de manera segura durante años, mientras que la planta de Barakah en los Emiratos Árabes Unidos ha logrado más de 100 millones de horas-hombre seguras bajo la supervisión de la OIEA.

En el presupuesto de 2025, el gobierno anunció que estudiaría la viabilidad de las instalaciones nucleares y la Autoridad del Mercado de la Energía está empezando a trabajar sobre la viabilidad de los pequeños reactores modulares (SMR). Según el informe Energía 2050 de la EMA, las tecnologías de próxima generación, como los SMR, podrían satisfacer hasta el 10 por ciento de nuestras necesidades energéticas futuras para 2050. Se otorga crédito a las autoridades y líderes gubernamentales por iniciar nuevas investigaciones e invertir en investigaciones energéticas avanzadas. Por supuesto, la confianza y la seguridad públicas deben ser lo primero. La evaluación transparente de riesgos, la colaboración con expertos globales y una comunicación clara serán clave para la confianza en cualquier plan nuclear.

La energía nuclear no es una solución milagrosa, pero merece una conversación informada, guiada por la ciencia y el espíritu de resiliencia de Singapur.

Adrián Sim

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