El éxito de Singapur en la gestión de las complejidades de una sociedad multirreligiosa se basa en un compromiso claro: el Estado laico protege la libertad de religión y mantiene la política partidista libre de agitación sectaria.

Este compromiso no es abstracto. Es una barrera práctica que impide que las contiendas políticas se conviertan en tira y afloja religiosa o étnica. Esto merece una reconfirmación, especialmente después de las recientes elecciones generales en las que

La identidad religiosa ha sido cuestionada

Y nos recordó por qué nuestra política debe tener una base secular sólida.

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