Las bacterias malas en el intestino de los bebés podrían aumentar sus probabilidades de desarrollarse depresión como adultos, afirma la investigación.

Se sabe desde hace mucho tiempo que diferentes cepas de bacterias que se encuentran en el intestino influyen en la salud mental, un fenómeno conocido como eje cerebro-intestino.

Hasta el 90 por ciento de la serotonina del cuerpo, que afecta el estado de ánimo y la cognición, se produce en el intestino mientras digiere los alimentos.

Pero un intestino enfermo puede provocar la liberación de proteínas inflamatorias que se han relacionado con la ansiedad y la depresión.

Ahora los científicos de la Universidad de California Los Angeles (UCLA) dicen que el tipo de bacteria que se encuentra en el intestino de los bebés podría tener un impacto en su salud mental hasta la edad adulta.

Descubrieron que los niños pequeños con una mayor prevalencia de dos tipos de bacterias (las cepas clostridiales y lachnospiraceae) tenían más probabilidades de sufrir depresión y ansiedad en el futuro.

Ambas cepas de bacterias se han relacionado anteriormente con la depresión en adultos, así como con la adversidad en la primera infancia, y se cree que hacen que las personas sean más sensibles a los factores de estrés.

La bacteria clostridiales generalmente se ingiere a través de alimentos o superficies contaminadas, pero se asocia más comúnmente con carne mal cocida.

Las bacterias malas en los intestinos de los bebés podrían hacerlos más propensos a desarrollar depresión en la edad adulta, afirma una investigación

Las bacterias malas en el intestino de los bebés podrían hacerlos más propensos a desarrollar depresión en la edad adulta, afirma una investigación

Los microbios Lachnospiraceae son una parte central del microbioma intestinal, pero en grandes cantidades se han relacionado con ciertas enfermedades autoinmunes.

“Nuestro estudio proporciona pruebas preliminares de que los microbios intestinales podrían ayudar a moldear la salud mental durante los años críticos de la edad escolar”, afirmó la autora principal, la doctora Bridget Callaghan.

«Necesitamos descubrir qué especies dentro de estos grupos más grandes están impulsando los hallazgos.

“Una vez que tengamos esa información, existen formas relativamente sencillas de cambiar el microbioma, como los probióticos o la dieta, que podríamos utilizar para abordar los problemas”.

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