Esta época del año siempre es esquizofrénica.
Es un frenesí de compras en el que muchas empresas pretenden obtener sus mayores beneficios, pero también unos días en los que se nos invita a alejarnos del bullicio y reflexionar sobre los verdaderos valores de la vida: los no comerciales.
Scrooge, la encarnación del espíritu antifestivo, es el arquetipo del hombre de negocios, comerciante y prestamista desalmado y sin corazón.
Sin embargo, Gran Bretaña tiene una tradición mucho más rica y positiva. La era victoriana produjo notables capitalistas ilustrados cuyo legado todavía da forma a nuestra sociedad actual.
Durante Navidad seguiremos comiendo chocolates Cadbury, ahora de propiedad estadounidense, pero fundado por una familia cuáquera. Muchos de nosotros que usamos nuestras Barclaycards para compras festivas tal vez no sepamos que el banco también fue fundado por cuáqueros.
En la época de Dickens y John Cadbury, la sociedad estaba agitada, con rápidos avances tecnológicos junto con una marcada desigualdad. Plus ça cambio. Esos capitalistas ilustrados creían que era su responsabilidad liderar la reforma social, cuidar del bienestar de sus trabajadores y articular una visión moral de cómo las empresas deberían servir a la sociedad. Vieron que el desempeño de sus empresas dependía de una comunidad fuerte.
Bah patraña: Scrooge, la encarnación del espíritu antifestivo, es el arquetipo del hombre de negocios sin corazón y sin alma
A diferencia de algunas versiones contemporáneas de ESG (ambiental, social y de gobernanza), esto no fue una señal de virtud ni una acción benéfica incidental. Era parte integral del negocio mismo y corría por sus venas.
Los líderes empresariales de hoy y los políticos que dan forma al entorno en el que operan las empresas enfrentan cuestiones éticas igualmente urgentes, particularmente en torno a sus responsabilidades para con los trabajadores. Es probable que el próximo año sea crucial para la IA, no sólo en términos de si las acciones del sector se encuentran en territorio de burbuja, sino porque la adopción está por delante de la regulación y de cualquier marco ético establecido.
La IA plantea preguntas profundas sobre el futuro del trabajo y de los trabajadores, ya que parece probable que reemplace muchos trabajos que actualmente realizan los humanos. En el pasado, el cambio tecnológico ha creado en última instancia más empleo, no menos, pero la transición puede ser brutal.
Cómo las empresas y la sociedad gestionan esa transición es una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo. El hecho de que casi un millón de jóvenes estén ahora clasificados como ninis (ni en educación, ni en empleo ni en formación) es un serio desafío moral tanto para los empleadores como para los políticos. Alan Milburn, que dirige una investigación independiente sobre el tema, debería buscar enfoques prácticos y probados de líderes empresariales que ya han estado abordando con éxito a los ninis por su cuenta.
La canciller Rachel Reeves, por un lado, expresa gran preocupación por el número de ninis y, por otro, hace que contratar a jóvenes sea más caro y arriesgado. En el futuro, cualquier medida para aumentar los impuestos directos o indirectos sobre el empleo debería examinarse explícitamente por su impacto en los menores de 25 años. El gobierno también debería introducir desgravaciones fiscales sobre las habilidades para incentivar a los empleadores a contratar aprendices.
El futuro del trabajo está en debate y se está renegociando el contrato social entre empleadores y empleados. Sin embargo, este gobierno corre el riesgo de dar la impresión de que piensa en términos binarios simplistas: calumniando a individuos y empresas como “inmerecedores” para justificar redadas fiscales para financiar el bienestar y los aumentos salariales en el sector público. El mundo no es tan simple. No se trata de trabajadores santos del NHS versus malvados buscadores de ganancias, como deja dolorosamente claro la huelga de los médicos residentes, organizada cínicamente durante la Navidad.
La Navidad está destinada a ser una temporada de ajuste de cuentas moral. No necesitamos un socialismo crudo sino un capitalismo ilustrado.
Sin eso, no conseguiremos ni prosperidad ni justicia social: sólo más Scrooges y menos Cadbury.
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