El rey Felipe VI regresó al Palacio Real, como ya hiciera en 2024, para pronunciar su tradicional discurso navideño. Un mensaje con innovaciones estéticas. En otras ocasiones, en lugar de sentarse, Felipe se ponía de pie. Además, para aumentar el dinamismo, el movimiento artístico optó por secciones secuenciales. Un cambio total en lo marcado hasta el momento.
Más allá de la tecnología, el mensaje tuvo como eje rector el 50 aniversario de la transición de España, un ejemplo de “convivencia democrática”. “Se trata, ante todo, de una responsabilidad colectiva. Nace de un deseo compartido de construir un futuro de libertad basado en el diálogo”, reflexionó el rey, que elogió la “valentía” de la sociedad. “Avanzar sin garantías, pero unidos: “Esa fue una de las lecciones más valiosas que nos dejaron”.
Hace 40 años Felipe VI tuvo palabras para la integración de España en las Comunidades Europeas, que consideró un “paso decisivo, ilusionante y movilizador”: ““No sólo trajo modernización y progreso económico y social: fortaleció nuestras libertades democráticas”.
Combinando la idea de cambio y de integración europea, Felipe VI destacó la “transformación sin precedentes” de la sociedad española en los últimos 50 años. Ciudadanía al referirse a los grandes problemas sociales de la actualidad: “Definitivamente vivimos tiempos de necesidad. Muchos ciudadanos sienten el aumento de precios Limita sus opciones para avanzar en la vida; La vivienda es una barrera para los proyectos de muchos jóvenes; El ritmo de los avances tecnológicos genera incertidumbre laboral; O se desarrollan fenómenos climáticos y, a veces, un estado trágico”.
Felipe VI apeló a la capacidad de la sociedad para “responder a los retos internos y externos cuando el país tiene voluntad, constancia y visión”. “España ha progresado cuando supimos encontrar objetivos para compartir. La convivencia es necesariamente la raíz de todo proyecto compartido”, reflexionó el Rey.
Una visión del mundo “convulsiva”
De nuevo, el eje del discurso: “La convivencia”. “La convivencia no es un legado permanente. No basta con tener: es una construcción frágil. Por eso, todos deberíamos hacer nuestro trabajo diario cuidar la convivencia.. Necesitamos fe para eso”.
Así contemplaba Felipe VI el escenario mundial “Incautaciones”, “con la aparición del extremismo, el extremismo y el populismo” La desconfianza se ve fomentada por la desinformación, los desequilibrios, la desilusión con el presente y las dudas sobre cómo afrontar el futuro.
Este es el momento del discurso en el que Felipe VI apela a la responsabilidad personal: “¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para fortalecer esa coexistencia? ¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?” Felipe VI sugirió una fórmula directa: “Diálogo”: “Las soluciones a nuestros problemas requieren de la cooperación, la responsabilidad y el compromiso de todos; hablo de respeto en el lenguaje. y escuchar las opiniones de los demás; Hablo de precedente especial en el desempeño de todos los poderes públicos; Más empatía; Y La necesidad de situar la dignidad del ser humano, especialmente de los más vulnerables, en el centro de todo discurso y de todas las políticas.”.
A partir de ahí, y volviendo al ejemplo del cambio, Felipe VI inició el epílogo de su discurso, “con la esperanza de que sepamos avanzar juntos en esa dirección” y Salió del palacio real con sus tradicionales saludos navideños: “Feliz Navidad a todos. Ekuberi on, Bon Natal, Boas Festas”.
Texto completo del rey Felipe VI
buenas noches Hace 40 años en este mismo Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid se firmó el tratado por el que ingresamos en las Comunidades Europeas. Han pasado 50 años desde nuestra transición democrática. En esta Nochebuena, estos aniversarios me inspiran a hablarles de convivencia; En nuestra convivencia democrática, memoria del camino recorrido y esperanza en el presente y el futuro.
Después de todo, el cambio es una responsabilidad colectiva. Surgió de un deseo compartido de construir un futuro de libertad basado en el diálogo. Quienes dirigieron aquel proceso pudieron finalmente confirmar que el pueblo español en su conjunto era el verdadero protagonista de su futuro y aceptaba plenamente su autoridad soberana. A pesar de sus desacuerdos y dudas, supieron superar sus diferencias y convertir la incertidumbre en un punto de partida sólido, sin estar seguros de lograr lo que esperaban. Esa valentía –la de avanzar sin garantías, pero unidos– fue una de las lecciones más valiosas que nos dejaron.
Como resultado de ese impulso, nuestra Constitución de 1978, nuestro presente y conjunto de objetivos compartidos para nuestra vida en común, es un marco amplio que se aplica a todos nosotros.
Nuestra adhesión al proceso de integración europea es otro paso decisivo, apasionante y movilizador. Y es el resultado de un compromiso colectivo: un país que quiere cerrar una etapa marcada por una larga distancia con Europa, compartiendo principios y valores y un plan común de futuro. Europa no sólo trajo modernización y progreso económico y social: fortaleció nuestras libertades democráticas.
Esta perspectiva histórica nos ayuda a comprender que España experimentó un cambio sin precedentes durante estas cinco décadas.
Nuestra sociedad está formada por generaciones que recuerdan el cambio y otras que no, nacidas y criadas en democracia y libertad. Generaciones de personas mayores que han visto a España cambiar como nunca en nuestra historia; Generaciones de adultos que hacen malabares con enormes responsabilidades de esfuerzo, trabajo, familia y personal; Y generaciones de jóvenes que ahora afrontan nuevas dificultades con iniciativa y dedicación.
Es imperativo que todos avancemos de manera justa y coordinada. Y me dirijo a todos ellos.
Ciertamente vivimos en tiempos de necesidad. Muchos ciudadanos sienten que el creciente costo de la vida está limitando sus opciones de avance; La vivienda es una barrera para los proyectos de muchos jóvenes; El ritmo de los avances tecnológicos genera incertidumbre laboral; O el estado creciente y a veces trágico de los fenómenos climáticos. Tenemos muchos desafíos… y los ciudadanos también se dan cuenta de que la tensión en el debate público es aburrida, desilusionada y desafectada. Todas las realidades no pueden resolverse mediante la retórica o el voluntarismo.
A lo largo de estos 50 años, nuestro país ha demostrado una y otra vez que sabe responder a los desafíos internos y externos. Lo hemos visto en crisis económicas, emergencias sanitarias, desastres naturales y lo vemos todos los días en el trabajo pacífico y responsable de millones de personas.
España ha avanzado cuando sabemos encontrar propósitos para compartir. Y a través de todo proyecto compartido hay necesariamente convivencia. Ya lo he mencionado en ocasiones anteriores, pero es fundamental para nuestra vida democrática. Nuestros predecesores pudieron construirlo incluso en condiciones difíciles, como hace 50 años.
Pero la coexistencia no es un legado permanente. No basta con tener: es una construcción frágil. Por eso, todos deberíamos hacer nuestro trabajo diario cuidar la convivencia. Necesitamos fe para esto.
En este mundo turbulento, la diversidad y el orden mundial están en crisis, las sociedades democráticas están pasando y atravesamos una inquietante crisis de fe. Este hecho afecta gravemente al espíritu de los ciudadanos y a la credibilidad de las instituciones.
El extremismo, el extremismo y el populismo alimentan esta desconfianza, desinformación, desigualdades, desilusión con el presente y dudas sobre cómo abordar el futuro.
No basta con recordar que ya hemos estado allí, ya conocemos ese capítulo de la historia y que tuvo consecuencias nefastas. Es responsabilidad de todos nosotros mantener la fe en nuestra convivencia democrática. Sin mirar a nadie, sin buscar responsabilidades ajenas, preguntémonos: ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para fortalecer esa convivencia? ¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?
Hablo de diálogo porque las soluciones a nuestros problemas requieren de la participación, responsabilidad y compromiso de todos; Me refiero al respeto al idioma y a escuchar las opiniones de los demás; Hablo de precedente especial en el desempeño de todos los poderes públicos; Más empatía; Y la necesidad de poner la dignidad del ser humano más vulnerable en el centro de todo discurso y de toda política.
Recordemos en esta Nochebuena que en una democracia las propias opiniones nunca pueden ser dogmáticas ni las de los demás una amenaza. Avanzar implica dar pasos con acuerdos y renuncias, pero no en la misma dirección, a costa de la caída del otro; España es, al fin y al cabo, un proyecto compartido: una forma de unir y hacer realidad los intereses y aspiraciones individuales en torno a una idea única del bien común.
Cada período histórico tiene sus propios desafíos. No hay caminos fáciles. El nuestro no es ni más ni menos que nuestros padres o abuelos. Pero tenemos un gran activo: nuestra capacidad de recorrerlos juntos.
Hagámoslo con el recuerdo de estos 50 años, hagámoslo con esperanza. El miedo sólo crea obstáculos y crea ruido, y los obstáculos y el ruido nos impiden comprender la realidad en toda su amplitud.
Somos un país grande. España está llena de iniciativa y talento, y creo que el mundo necesita -más que nunca- nuestra sensibilidad, nuestra creatividad y nuestra capacidad de trabajo, nuestro sentido de la justicia y la igualdad y nuestro firme compromiso con Europa, sus principios y sus valores.
Si trabajamos juntos podremos lograr nuestras metas con éxitos y fracasos; Todos participan y se sienten orgullosos de este gran proyecto de la vida pública española.
Reciban mis mejores deseos en estos días y en el Año Nuevo de parte de la Reina y de nuestras hijas la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, esperando que sepamos avanzar juntos en esa dirección.
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Feliz Navidad a todos. Ekuberi en, Pan Natal, Boaz Festas.
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