
Las brillantes estrellas de Brasil y Francia, ahora reunidas en el Real Madrid, campeón indiscutible de Europa, tienen sobre ellas la máxima atención del mundo (o mundos) del fútbol. Ambos tienen la banda izquierda como zona de confort para su juego, lo que hace que su combinación sea algo intrigante. De momento no funciona, pero es demasiado pronto para desanimarse. Vale recordar que a Zidane le costó encontrar su sitio en el Madrid. Ancelotti piensa constantemente en la mayonesa, y hasta ahora no tenemos motivos para dudar de su buena mano. Ojalá se desarrolle en cualquier momento.
Poco esperábamos que tuvieran sus propios problemas. De repente, Mbappé es menospreciado en Francia. El icono nacional de Macron es ahora un desertor, habiendo entrado recién en el minuto 67 del último partido de los Blues, concediendo tres goles y saliendo rápidamente. Francia ya no la sentía propia, y sólo los galos, vestidos de azul y no de blanco, podían recuperar ese cariño. Además, está envuelto en una disputa abierta con el PSG por 55 millones que puede, lo que contribuye a empeorar la situación. Las distracciones son malas para los jugadores de fútbol que necesitan tener la mente despejada.
Por su parte, Vinicius sigue siendo duda en Brasil tras una nueva derrota. El equipo terminó cuarto en sus últimos cinco partidos de clasificación para la Copa del Mundo, empatado a puntos con Venezuela. Son seis de diez, con un play-off para el séptimo puesto, pero Brasil, que nunca se ha perdido un Mundial, está sólo un punto por delante del noveno. El ánimo inclinado es sombrío estos días y se vuelve hacia Vinicius, que se ha perdido un partido por una sanción que nadie en la Copa América olvidará jamás. Entre la influencia de Mbappé, su repentino estatus de líder antirracista, las preocupaciones sobre el Balón de Oro y la oferta de Arabia, también está distraído. Ambos deben prestar atención.


















